SANIDAD Y ASISTENCIA SOCIAL

A.- EL EJE DE LA PARTICIPACIÓN.

El primer agente de salud es la ciudadanía. De sus actos depende la mayor parte de su salud, tanto en la vertiente individual como en lo social y político. Las causas de muerte evitable en nuestra sociedad tienen que ver con el estilo de vida más que con bacterias o virus. Hablamos de tabaquismo, obesidad, sedentarismo, malnutrición por exceso de calorías y déficit de otros nutrientes, conductas de riesgo…Sentirnos protagonistas y responsables de nuestra salud nos permite acceder en mejores condiciones de aprovechamiento  a los servicios sanitarios, así como ejercer nuestros derechos. La participación comunitaria está por hacerse. Su naturaleza es opuesta a la mera exigencia de servicios que se consumen pasivamente. El consumismo afecta a la atención sanitaria y una de sus muestras más dañinas y costosas socialmente es la sobreprescripción de medicamentos. 

La deriva política de la sanidad lleva a relaciones individuales sin la menor perspectiva global. La ciudadanía deriva en mera consumidora de recursos (a los que tiene un derecho innegable) asignados según criterios de rentabilidad electoral y con otros beneficiarios que jamás debieran participar en el diseño de políticas sanitarias: empresas farmacéuticas y grandes constructoras. 

¿Qué puede hacerse desde el municipio? Toda política que mejore la autonomía en los cuidados y la gestión individual y colectiva de la salud es beneficiosa.

Una acción concreta, entre otras muchas, sería la creación de una Mesa Local de Sanidad donde entidades públicas, asociaciones y ciudadanía puedan compartir y debatir sobre qué sanidad quieren y cuáles son las necesidades percibidas y las propuestas a la Administración. 

Desde el municipio pueden proponerse actividades conjuntas o simplemente trasladar al Centro de Salud la demanda de actividades comunitarias en relación con la salud. Ejemplos: desayunos saludables, talleres, etc.

B.- EL EJE DE UNA VISIÓN GLOBAL DE LA SALUD.

La salud no puede concebirse al margen del resto de la existencia. Biología, psicología y sociedad se dan la mano para pintar el cuadro de nuestra salud. En relación con los autocuidados, la oferta de actividades físicas variadas como puedan ser natación, pilates, deportes en equipo, yoga, artes marciales, gimnasia para mayores, talleres de memoria, aprendizaje de idiomas, talleres que impliquen aprendizaje intelectual en personas mayores (estimula las conexiones neuronales) y otras contribuye a una mejora global de la salud y facilita acciones terapéuticas desde el Centro de Salud diferentes de prescribir fármacos. A veces lo que estamos prescribiendo es actividad física, interrelación social en entornos relajantes y constructivos, socialización entre iguales, ampliación de horizontes vitales... Necesitamos una “farmacia” donde se expendan estos tratamientos. La oferta cultural contribuye igualmente a ese bienestar social que se traslada también a la salud.

El compromiso municipal con una sociedad que conjugue libertad y consumo responsable de sustancias ayuda a revertir la influencia social sobre el abuso de sustancias que tienen un amplio nicho social: tabaco, alcohol, marihuana, cocaína y sustancias de síntesis.  Tras las leyes que restringen el consumo y publicidad del tabaco, la siguiente sustancia que daña la salud comunitaria sería el alcohol. Merece acciones preventivas y de promoción de la salud. 

Los espacios de relaciones gratificantes, en igualdad, creativas, lúdicas, donde se construye otra imagen de lo colectivo diferente de la consumista e individualista, ayudan a crecer y a mantener la salud. Una persona aislada y con una comunicación interpersonal pobre está en riesgo. ¿Con qué frecuencia vemos esto en la sociedad? En la adolescencia, especialmente, los hábitos de ocio determinan la presencia o no de conductas de riesgo y de abuso de sustancias. La potenciación de interacciones positivas entre adolescentes y el aprendizaje del ocio contribuyen a su salud. 

La falta de igualdad real en la sociedad carga a las mujeres con dobles jornadas, con la falta de perspectivas profesionales, con ingresos menores, con el desgaste de no ser reconocidas como iguales y capaces de manera cotidiana mensajes y acciones invisibilizadas… A esto debemos sumar  los daños físicos y psicológicos de la violencia en la pareja y del  acoso sexual en diferentes espacios. Todo esto merma la salud. 

Exclusión social y mala salud se dan la mano: paro, pobreza, desadaptación a una sociedad muy dura con quienes no asumen sus condiciones van parejas con más enfermedad mental, más abuso de sustancias, obesidad, malnutrición de diferentes tipos, malos autocuidados, mala percepción de síntomas físicos, etc. 

Cualquier acción que corrija desequilibrios, que incluya a quienes han sido excluidos/as socialmente, repercute en la salud.

C.- EL EJE DE LOS RECURSOS.

La responsabilidad municipal material en la provisión de servicios sanitarios públicos tiene como punto principal la provisión de suelo para instalaciones. La coordinación municipal con el Sistema Nacional de Salud es importante en la medida que disponga de recursos propios (consulta joven, planificación familiar, etc.), lo que no sucede en municipios propios. Sí que se pueden plantear sinergias en aspectos concretos y también coordinación institucional.

Una carencia detectada es la fisioterapia en la Atención Primaria. Si bien el hospital Infanta Sofía dispone de un servicio de rehabilitación, la mayoría de las personas usuarias del sistema son derivadas a Colmenar cuando necesitan fisioterapia. Esta 

indicación de derivación es rechazada en muchos casos por dificultad para el transporte, y por lo penoso que significa desplazarse hasta allí en transporte público cuando la salud no acompaña.  Existió un proyecto de instalación para fisioterapia ubicada en La Cabrera. Una posible línea de acción sería reclamar equipamiento y profesionales de fisioterapia en La Cabrera para prestar un servicio de carácter comarcal para la Sierra Norte, pues la población del municipio por sí sola no justificaría esta inversión en recursos materiales y, sobre todo, humanos. 

El Centro de Salud acusa problemas de espacio dado el crecimiento de  la población en las últimas décadas y dado el incremento de sus actividades (dos cupos con sus cuatro consultas, rotaciones de residentes y estudiantes…). Aunque no existen planes de la Consejería, una hipotética ampliación del Centro de Salud necesitaría dotación de suelo público adyacente al edificio.

Tan importantes o más que los recursos materiales son los recursos humanos. Desde hace años existe la plataforma profesional “10 minutos”, que pretende el derroche y la utopía de dedicar diez minutos de promedio a cada paciente en la consulta de medicina de familia, un objetivo por debajo de las recomendaciones de las sociedades científicas. Esto requiere cupos adecuados y reorganización del trabajo. Existió un acuerdo político de gestión para mejorar la Atención Primaria hace años, llamado Agenda 21 por lo de entrar bien en el siglo XXI. Sus propuestas fueron definitivamente arrinconadas al llevar la crisis-trampa. El municipio podría interesarse por la existencia de condiciones incompatibles con una  atención de calidad: demoras hospitalarias en la primera cita o quirúrgicas, minutos por consulta en medicina de familia (habitualmente, 5-7 minutos por consulta).

La figura de pediatra de cabecera equipararía la organización sanitaria a la existente en las ciudades. Dado que la cabecera del Centro de Salud se ubica en La Cabrera, la mayor parte de su tiempo lo pasaría aquí. Este pediatra de cabecera tendría asignados los menores de catorce años en la Zona Básica de Salud. La población infantil del municipio (máximo unas 350 personas) difícilmente justificaría por sí sola la figura de pediatra de cabecera. Se necesitaría reunir toda la infancia de la zona para argumentar a favor de la creación de la plaza de pediatría.

Un hospital privatizado nos cuesta mucho más en impuestos y sigue las políticas de la empresa, no las políticas sanitarias de nuestros representantes. La visión economicista termina produciendo pérdidas en salud por recortes materiales y humanos. La acción política conjunta de los municipios puede desenmascarar las supuestas bondades de la privatización sanitaria. Otras formas de privatización encubierta son las derivaciones masivas a centros concertados para pruebas e intervenciones, mientras se deteriora la atención pública por falta de presupuesto y de personal.